Los corales se reproducen tras la liberación de esperma y huevos de manera masiva en el mismo momento que, tras producirse la fecundación, crearán larvas, la base de todo coral. Esta larva es atraída por la luz, necesaria para su supervivencia, y puede mantenerse un máximo de 30 días deambulando por el océano a poca profundidad. Hasta que de con una superficie habitable que le permita fijarse y desarrollarse. Cuando la larva da con las condiciones climáticas y alimenticias suficientes para crecer comenzará a transformarse en un pólipo que se fijará al suelo. Así es como se produce el nacimiento del coral.
En el momento de la transformación de la larva en pólipo comenzará un proceso de multiplicación a través de copias idénticas capaces de colonizar la zona con la que dio esa única larva, creando un esqueleto que se fija firmemente a la base. Esa base solida capaz de adherir sobre sus tejidos el calcio disuelto en el mar forma estructuras rígidas que con el paso de las décadas creará la estructura rocosa conocida como arrecife de coral.
La base para hacer crecer el arrecife de coral
Según los corales mueren dejan sus restos calcáreos de los esqueletos como base para el crecimiento de otros corales ya que proporcionan la base y las condiciones ideales para que esas larvas de coral encuentren un lugar idóneo para su crecimiento. Así tanto la base como el interior de los arrecifes más grandes existentes hoy como la gran barrera de coral australiana están formados por “cadáveres” de corales que existieron hace cientos y miles de años.